sábado, 27 de agosto de 2016

Digimon: Re Génesis. Acerca de la obra – Capítulo 7


Hoy vengo a dejar esta entrada, correspondiente al séptimo capítulo, notando que ha transcurrido cerca de un año desde la última. Un colega me preguntó hace unas semanas a propósito de la publicación del mismo si mi intención era publicar uno al año, con rubor le aclare que mi idea, en un plano ideal, seria publicar uno por semana, pero desgraciadamente soy un autor irritantemente inconstante, y este blog es de cierta forma un recordatorio de ello.

El capítulo 7 es complicado, no particularmente en su argumento, pero si en el ritmo que toma, y en la forma de representar los conceptos que trata, porque es, como indica el pequeño prólogo, un capitulo muy metafórico, en casi todo sentido.

Es una constante que en este capítulo nada es realmente lo que parece, y los eventos verdaderamente importantes casi siempre ocurren en lugares diferentes a donde se desarrollan. Por lo que no es de extrañar que su apertura y cierre, lejos del digimundo, ocurra en Odaiba, Tokio, 5 años antes de la línea temporal propia del fic. En un salto cronológico que a primeras puede parecer gratuito, pero es como más adelante queda patente, el epicentro del mismo.

Porque es en torno a los conflictos y los dilemas internos de los elegidos donde gira el episodio, representados por la figura omnipresente del laberinto, eje fundamental del mismo, y focalizado principalmente en Sora, quien toma el peso en esta ocasión. Ya que es la elegida del amor quien ahora revive con dificultad sus inseguridades y, a través de una interlocución casi abstracta con un ser desconocido, los explora para finalmente darse cuenta, al mirar a los ojos a la muerte, que a veces las cosas no son lo que parecen y un laberinto irresoluble es solo un asunto de perspectiva.

Y aun así, lejos de desvanecerse, el laberinto y sus ramificaciones se mantienen vigentes, de principio a fin. Plantando su semilla en un Matt que decide partir por sí solo ante el peligro, en Tai, agobiado por la cohesión, cuántica y general del grupo sobre el que se sabe responsable, e incluso en la orilla opuesta del conflicto, cuyas intrigas internas se hacen cada vez más patentes.

Sin embargo hay un cambio, reflejado de manera aguda en una itinerante Sora de doce años, que interviene a momentos para demostrar, parafraseando a Einstein, lo insignificantes que pueden llegar a ser aun las nociones más sobrecogedoras, y como, una vez que has visto en sus entrañas, el laberinto, por complejo que parezca puede convertirse en un simple conjunto de muros, hasta el punto que planetas que parecen estrellas distantes pueden terminar, esencialmente, juntos.

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